La emancipación se refiere a toda aquella acción que permite a una persona o a un grupo de personas acceder a un estado de autonomía por cese de la sujeción alguna autoridad o potestad, como por ejemplo la emancipación femenina, o la emancipación de las colonias al momento de acceder a su independencia.
Se señala como antecedente histórico de la emancipación, a la institución romana de la venia aetatis, que era concedida por el emperador a los varones mayores de veinte años, por virtud de la cual esos menores de edad disfrutaban de una capacidad semiplena, que les permitía disponer de sus bienes muebles pero que
no les autorizaba para hacer una donación o enajenarlos, sino hasta que alcanzara la mayoría de edad, que en Roma empezaba a los veinticinco años de edad.
En algunas regiones del mundo (por ejemplo, en México) el menor de edad emancipado puede realizar (por sí mismo y sin la intervención de quienes ejercen la patria potestad o en su caso el tutor) toda clase de actos y contratos, excepto los relativos a la enajenación y gravamen de bienes inmuebles, para los que se
requiere la autorización de un juez competente (que en el caso de México es el «juez de lo familiar»); tampoco puede comparecer en juicio sin un tutor especial.
DOCTRINA.
Inicios del pensamiento emancipador
Desde que la sociedad humana se dividió en clases antagónicas; y surgió así la explotación del hombre por el hombre, emergieron también los pensadores que se propusieron contribuir a la creación de un modelo de sociedad en el que desapareciesen la injusticia social, la opresión y la explotación del hombre por el
hombre. Ni las luchas de los esclavos contra los esclavistas, ni la de los siervos de la gleba contra los señores feudales, propiciaron que en el seno de las clases explotadas surgiese un pensamiento emancipador. Hubo que esperar hasta el Renacimiento -en el que se manifestaba ya claramente la crisis de la sociedad
feudal- para que surgiesen comunistas y socialistas utópicos de la talla de Tomás Moro y Tomás Campanella, que fueron seguidos por Meslier, Morelly, Mably, Esteban Cabet, Godwin, hasta culminar en los grandes socialistas utópicos del siglo XIX: Saint Simon, Charles Fourier y Robert Owen. II. Valoración por Marx y Engels del socialismo utópico Marx y Engels, no obstante la crítica científica que realizaron del socialismo utópico, siempre valoraron positivamente las aportaciones geniales de tales socialistas utópicos a la doctrina de la emancipación social, pero dejando también constancia de que el socialismo utópico era incapaz de aglutinar una fuerza social revolucionaria o de transformación social. Realmente, ni siquiera lo pretendían los socialistas utópicos, ya que basándose en grandes ideas abstractas, expresadas siempre con mayúsculas (Justicia, Libertad, Igualdad, Fraternidad, &c.) no se dirigían a una clase social concreta sino al conjunto de la sociedad. Para los elaboradores del socialismo utópico, el problema social no radicaba en una contradicción o contraposición de intereses sociales, que por su antagonismo revestía la forma de lucha de clases, sino que su origen se debía a la ignorancia -tanto por parte de los explotadores como de los explotados-, de una concepción justa de la sociedad. Según los socialistas utópicos del siglo XIX, para disipar esa ignorancia bastaría con la realización del ideal colectivista, a través de la implantación de un modelo de comuna, falansterio, comunidad colectiva.
III. La perspectiva de Marx y Engels
La perspectiva de Marx y Engels fue diametralmente opuesta a la de los socialistas utópicos. Compartiendo con los grandes socialistas utópicos la indignación moral contra la explotación, la opresión y el dominio de clase, no basaron su teoría emancipatoria en los grandes ideales éticos expresados con letras mayúsculas, sino en el estudio científico de la sociedad real a transformar.
En una carta que Carlos Marx dirigió a su amigo Wedemeyer, le explicó que él no había descubierto la existencia de las diferentes clases sociales, ni elaborado la teoría que explicaba su lucha. Según Marx, su aportación a la teoría social se centraba en la culminación de la lucha de clases en la dictadura del proletariado o dominación económica, política y social de la clase obrera sobre el conjunto de la sociedad.
Sobre la base del estudio de la realidad social a transformar, Marx y Engels aportaron a la teoría del proceso emancipa torio del proletariado los siguientes puntos nodales:
1. Una concepción del mundo racional: el materialismo filosófico no mecanicista.
2. Un método de análisis de la realidad: la dialéctica materialista revolucionaria.
3. Una teoría del desarrollo social: la concepción materialista de la historia y la función de la lucha de clases como motor de la historia.
4. La especificidad de la función del proletariado en la lucha de clases. Su misión como clase universal.
5. El descubrimiento de las leyes que rigen el origen y desarrollo del Capitalismo, así como las leyes de la acumulación y concentración del capital.
6. La teoría de la plusvalía como fundamento del desenmascaramiento de la explotación capitalista.
7. El principio universal del internacionalismo proletario.
8. La formulación de las premisas generales para lograr el tránsito del Capitalismo al Socialismo.
IV . Valoración de Marx.
La mayoría de los filósofos e historiadores contemporáneos, coinciden en considerar que junto con Newton, Darwin, Einstein y Freud, Marx ha contribuido decisivamente a configurar nuestra época. A partir de Marx ha cambiado nuestra concepción de la filosofía, de la Historia, de la economía, la sociología y la política e incluso, de la ética y de la estética. Los hombres actuales casi no somos capaces de concebir que, prácticamente cuando hablamos o pensamos, utilizamos conceptos y categorías marxistas. En esta situación están también incluidos algunos empresarios capitalistas. De hecho, el impacto de la obra de Marx sobre la sociedad ha sido tan considerable como notorio su influencia sobre el destino de los trabajadores y de los pueblos. En ese sentido, el haber dotado a la clase obrera, y a los pueblos en general, de los instrumentos teóricos necesarios para que éstos puedan abordar su proceso autoemancipatorio, ha constituido un verdadero hito de la historia universal. Las grandes revoluciones sociales de nuestra época se han desarrollado bajo la inspiración y la bandera del marxismo: Revolución Soviética de Octubre, Revolución China, Revolución Vietnamita, Revolución Cubana. También las luchas contra el colonialismo y por la emancipación de los pueblos dependientes, han tenido una fuerte impregnación de la teoría emancipatoria marxista. Los trabajadores que siguen sometidos al régimen de explotación capitalista también se han beneficiado del impacto del marxismo sobre la sociedad. Aunque, por una ironía de la historia, las teorías revolucionarias de Marx han tenido una mayor incidencia sobre los países subdesarrollados, no por ello tal incidencia es despreciable en Occidente. Si bien es cierto que la fuerte implantación de la clase dominante en los países occidentales ha impedido profundos procesos revolucionarios de transformación social en tales países, sin embargo el marxismo ha proporcionado a los trabajadores occidentales conciencia de su fuerza social y orientación de cómo aplicarla. Ello ha obligado a la clase dominante a hacer importantes concesiones en la lucha de clases, que no cambia la esencia del sistema capitalista, ya que subsiste la explotación de los trabajadores. El «Estado del Bienestar» (Welfare State), que ha sido una de las consecuencias de tales concesiones, no obstante sus limitaciones, que varían según los países, ha supuesto una cierta mejoría del nivel de vida de los trabajadores. De ahí que la actual ofensiva neoliberal contra tales conquistas sociales trata de retrotraer a los trabajadores al estado de indefensión en el que se
encontraban a comienzos del siglo XIX.
V. Causas de la permanente significación del marxismo
Según el gran historiador marxista británico Eric Hobsbawm, las causas de la permanente significación del marxismo, son:
1. Su abierta crítica del sistema capitalista. Si el Capitalismo hubiese resuelto los problemas de muestra época, nadie se ocuparía ya de una teoría, como la marxista, cuya esencia sigue siendo la crítica del Capitalismo.
2. La transformación del mundo que han emprendido personas inspiradas por Marx ha sido efectivamente colosal. Un tercio del mundo ha sido, de una u otra forma, transformado, y este es un elemento que hace mantener el interés por el marxismo. Por esa razón, el marxismo continúa siendo una alternativa de forma de vida.
3. El marxismo es una forma de pensar, la cual ha inspirado a diversas generaciones. Reviste una importancia particular la concepción materialista de la historia.
FUNDAMENTO DE EMANCIPACION.
Es cada vez más patente que el laicismo, o los valores de le ética laica, están bajo sospecha en nuestra sociedad. La emancipación ciudadana que es inherente a un Estado laico no es de recibo entre algunos sectores más o menos clericalitas de la sociedad, que se proclaman contrarios a las exigencias de un ideal que les parece relativista e incluso discriminatorio. En este trabajo nos proponemos tres objetivos: en primer lugar, esclarecer los principios sobre los que se funda el ideal de la laicidad, que son la libertad de conciencia, irreductible a la mera “libertad religiosa”, que no es más que una versión particular de aquella, la igualdad de derecho de todos los ciudadanos, sean cualesquiera sus convicciones o sus opciones espirituales, y la búsqueda del interés general, del bien común de todos, como única razón de ser del Estado. Acudiremos a los textos de los grandes fundadores del laicismo para acotar el verdadero significado de estos tres principios.
En segundo lugar intentaremos despejar los malentendidos que se ciernen sobre las exigencias que el ideal laico conlleva. Por último, pretendemos clarificar los contenidos y los límites a los que debe atenerse una etica laica, más acorde con los principios de la tradición cívico-republicana (Rousseau, Condorcet), que con los de la tradición liberal (Locke, Rawls)
1. Algunas precisiones terminológicas a pesar de las controversias que suele suscitar la definición del principio político de la laicidad, es comúnmente aceptado que la nota definitoria más característica es la separación entre. Estado e Iglesias a partir de una delimitación entre el ámbito público y el ámbito privado de los asuntos humanos, y tiene por finalidad garantizar el cumplimiento de las libertades individuales. Baste recordar la exhortación de Locke a “distinguir exactamente entre las cuestiones del gobierno civil y las de la religión, fijando, de este modo, las justas fronteras que existen entre uno y otro”. El Principio de laicidad es heredero de los ideales de la Ilustración, a partir de los que se va poco a poco forjando un nuevo concepto de nación como “posibilidad moral y legal”, tal y como decía Sieyès, con la finalidad de que los ciudadanos fueran en lo sucesivo “libres e iguales”.
A) LAICIDAD Y RELIGIÓN.
Empecemos por la primera. El principio de la laicidad conlleva un doble proceso de emancipación. Por una parte, instituye una emancipación de la política en relación con la religión.
La religión deja de estar implicada en el poder público. Esta primera emancipación se deja notar en la escuela que, al no estar sometida a la religión, se convierte realmente en la escuela de todos. Escuela pública que no es antirreligiosa, sino más bien arreligiosa, dejando a la esfera privada la libertad de promover la opción espiritual de su elección. Pero por otra parte, la laicidad instituye un segundo proceso paralelo de emancipación, el de la religión en relación con la política.
La ética laica y su objeto
Hasta ahora hemos tratado el principio de la laicidad en tanto que principio
político que estipula la separación entre Iglesias y Estado como exigencia básica
que se deriva de los tres grandes principios expuestos más arriba. Ahora nos
hacemos la siguiente pregunta: ¿qué tipo de ética Se desprende de los principios
que sustentan el ideal de la laicidad? Algunas notas se nos aparecen de
inmediato: debe ser una ética universalista, no excluyente o no relativista. Pero
¿Cuál es el objeto de una ética laica?
Hemos argumentado que lo que caracteriza a la laicidad es la búsqueda racional de lo universal, de lo que nos une a todos sin negar nuestras diferencias. Esta búsqueda de lo universal va inevitablemente unida al civismo, virtud política fundada según Montesquieu en el amor de las Leyes y de la igualdad. La ética laica ha de fundarse sobre un civismo que, desde el momento en que manifiesta el lazo entre el interés general y el desarrollo personal, puede fecundar el comportamiento moral de las personas en sociedad. No se trata de fundar una política sobre una moral de buenos sentimientos que a menudo permanece inoperante ante las causas de la miseria Social, sino de conjugar civismo y ciudadanía ilustrada, a través de la exigencia moral de la reflexión crítica comprometida. K. Popper ha resaltado la importancia del humilde papel del racionalismo crítico para el progreso moral: “Cualquier persona razonable, y por ello –espero– Cualquier racionalista, sabe bien que la razón desempeña un papel muy modesto en la vida humana: Es el papel del examen crítico, de la discusión crítica. Lo que quiero decir cuando hablo de la razón o el racionalismo no es más que mostrar la convicción de que podemos aprender mediante la crítica, es decir, mediante la discusión racional con los demás y mediante la autocrítica: que podemos aprender de nuestros errores”. Así pues, la ética laica ha de ser eminentemente crítica. Pero no puede quedarse en una mera ética formal que se preocupe únicamente de extender los mecanismos de la democracia formal.
REFERENCIAS
César Tejedor de la Iglesia I.E.S. Valle del Jerte (Plasencia)
Institut d’Études Politiques de Paris
Conferencia desarrollada en el curso «Marxismo: pasado y presente» del Área del
Formación del Partido Comunista de Asturias - Organización Local de Oviedo el
25/11/03. Con posterioridad, la Revista Digital El Catoblepas tomaría este texto
para incorporarlo a su número 22.
ACTIVIDAD: ESTRUCTURA UN MAPA MENTAL CON IMÁGENES.
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